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¿Cómo describir la realidad? ¿Cómo una ficción, a la que el público acude ansioso, se convierte en un ritual sagrado, espejo de los deseos más oscuros, alimento de vampiros que absorben por sus ojos? ¿Cómo hacer que dos realidades se crucen en el camino? ¿Cómo ser Dios? ¿Cómo provocaros el vómito: la catarsis? Yo os guiaré en el viaje.
Divagando acerca de estas cuestiones descendía de cuando en cuando mientras rodaba en la carretera, en la visión de la noche Americana de Jack Kerouac. ¿Era un sueño o una experiencia real? ¿Hasta qué punto las realidades se convierten en ficciones o éstas constituyen realidades propias? Entre el humo del verde bálsamo que fumaba, de los hilos de tela de araña comencé a reconstruir un tapiz en cuyas hebras (¿por qué recuerdo la soberbia obra de Aracne?) se representaba la historia de un amor: ¿vivido o soñado? Juzgadlo vosotros.
Aquella era una noche como tantas otras: rebuscas en tu bolsillo cuántas cervezas, bares, chicas, conversaciones o vivencias vacías podrás comprar con lo que hay en él. Te preguntas si merecerá la pena hacer el payaso una noche más para mendigar un poco de cariño, de comprensión, de autenticidad. Sí, amigos, nuestra sociedad occidental es así de irónica: tener que fingir para poder ser uno mismo. Pero me decía a mi mismo que aquella vez sería diferente:
– ¡Es verano tío! ¡Es tu momento! ¡No lo pienses tanto y a la calle!
Es cierto, el verano hace que la sangre sea más espesa y te cuecen las entrañas con facilidad, tu metabolismo se acelera. Particularmente en el verano del interior, aquí en las llanuras de las ovejas, la extrema dura, el seco y ardiente sol pone a los hombres como avispas. Jugaba ya con mis antiguos compañeros de colegio al duro:
-¡Venga hombre, los cuatro de golpe!
-¡Joder! Son cuatro bombitas, que aunque ahora no se notan verás dentro de un rato-dije yo.
-Venga Manu si eres bueno ahora te invito a un fly de camino al sitio de siempre.
El Pop, una reunión provinciana de otros rollos a la que acostumbramos a ir: niñas que hacen ballet abriéndose de piernas, niños raperos cargando sus pistolas. Bebí con mi amigo Piti, el portero más atípico de un pub, un superviviente nervioso que escribía pasiones, sin más sustento que sus flacos huesos y la nicotina:
-El mejor rock inglés fluye en The Who, The Animals y The Clash.
-Los Who tienen el toque-contesté yo-, pero sabes que prefiero a The Doors, son más salvajes, sin límites, sin horizonte.
Parecía que nuestro amigo el dueño nos escuchaba y los altavoces expulsaron a borbotones Niebla Púrpura. Salí en busca de algo. Miré la lata de conserva del viejo Andy Warhol que sirve de cartel y en el siguiente parpadeo la tierra se estremeció bajo mis pies cuando la sentí en mi córnea: no sabía si ante mi había llegado la hija de un jefe amerindio o si era una hechicera. La seguí dentro.
-¿Cómo te llamas?
-María, ¿y tú?
-Manuel, pero me llaman Manu. Creo que te conozco desde siempre.
Esto no se si lo pensé o lo dije pero llevábamos horas hablando de manifestaciones artísticas, de filias y fobias, de sueños y desesperación, de magia y fuego e impulsos…
Estaba embobado flotando en el caluroso aliento que empujaba sus palabras, sus blancos dientes y sus labios morenos eran los guardianes de un saber místico que no se aprende en los libros, la naturaleza era su madre y me había dejado una jugosa herencia.
-¿Nos vamos a dar una vuelta en mi coche?-me despertó de mi húmedo sueño.
-Creo que estamos demasiado ciegos y borrachos para conducir.
-Habla por ti pequeño. ¿Vienes o no?
-Te seguiría al abismo-me relamí por dentro.
Como yo era el copiloto, liando y liando, el coche pronto se convirtió en una nube tropical. Empezaron las caricias, las dulces mentiras, los ojos felinos y los instintos caninos. Y como en un viaje que ambos habíamos decidido sin necesidad de palabras, nuestro expreso de medianoche llegó a su destino: el portal de la casa donde vivía con sus padres. ¿Pasó el revisor a por los billetes?
-¿Y ahora qué?-me lanzó. Pero ya no tenía ninguna defensa, mi máscara de tragedia estaba hecha pedazos.
Un, dos, tres, mi arteria revienta, mi cuello se estrecha. Un, dos, tres, su nariz se ensancha, su pecho me reta.
Magnetismo: los cuerpos se atraen.
Electricidad: el ascensor se mueve.
Calor: mi pantalón palpita.
Humedad: por sus alrededores.
Si…El torbellino en medio de la confusión me arrastró hasta el hueco del ascensor. Si…El monzón me encontró en el camino y me caló los huesos bailando a su ritmo. Cuatro patas, dos perros jadeando y todos los animales de la selva aullando nos acompañaban y…
-¡Ah!…
Silencio.
Encontré la fuente de la eterna juventud, las aguas del paraíso caían por su espalda de bronce y me bañé en ellas. Dios abandonó al hombre. Eva desterró a Adán:
-Lo siento, no puedo seguir. No puedo hacerlo…Yo…Ya tengo a alguien-dijo.
-Yo…
Lo tenía.
agosto 31, 2008
Categorías: Creaciones personales . . Autor: Samael . Comments: Deja un comentario